Comienza el Adviento. Y es un milagro que, una vez más, podamos tener la oportunidad de recorrer ese hermoso camino que nos lleva a ponernos de rodillas ante el milagro de un niño en un pesebre.
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Preparo algunas lecturas (más bien relecturas casi en su totalidad) para este Adviento que ya comenzamos. Hay en este buscar y seleccionar los libros de diciembre un cierto afán por recordar momentos de felicidad vividos al calor de ciertos textos. Para este año, por tanto, mi viaje comenzará con Mujercitas, de Louisa May Alcott; un libro que leí en mi lejana infancia en una de esas ediciones, tan de moda entonces, de clásicos ilustrados. En este caso, además, tomo prestado el libro del estante de E. Otra relectura planificada para estos días: El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín Fenollera; un libro que tiene una gran carga de profundidad disfrazada de relato amable y que conviene leer con el lápiz preparado. Y como complemento a ambos libros, dos pequeños textos: El mensaje de la Navidad, de Edith Stein, y la ya clásica relectura anual de Cuento de Navidad, de Charles Dickens. No es mal equipaje para iniciar este precioso viaje.
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Cae la noche
y se encienden las luces:
adornos exteriores
para tiempos de interioridad.
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Otro de los regalos que me deja este tiempo de Adviento: la posibilidad de escuchar un villancico sobre una de las letrillas que escribí hace unos meses. El talento de mi querido amigo Aurelio Martínez es el que lo ha hecho posible. Será la pieza obligada en el 44 Certamen Nacional de Nanas, Villancicos y Polifonía de Rojales.
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La gente creerá que me gustan estas fechas porque me pasaron cosas buenas en ellas. Bien, lo bueno que me pasó o que me ha pasado en esos días es lo bueno que les pasó a todos en estos días. Ahí, no en otro lado, está el secreto de este tiempo. Otro día, quizás más adelante, contaré también algunas tristes noticias que me sucedieron en los días de Adviento y Navidad. Pero ninguna de ellas puede cambiar el hecho (extraordinario) del propio Adviento y Navidad.
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Notre Dame de nuevo abierta al público después de la costosa restauración. Abierta al público y al culto, claro. Casi podríamos decir que esta noticia es, a su manera, la primera vela encendida de nuestra corona de Adviento.
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Todo el mundo parece empeñado en escribir una novela. Sin embargo, parece que nadie se pregunta, antes de sentarse a escribir, si va a ser una buena novela o una novela necesaria. Y ese preguntarse es casi tan importante como el mismo gesto de sentarse a escribir.
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Adviento: camino de luz que nos ilumina.
Marco Antonio Torres Mazón