Una tradición artesana muy salinera

Grumos de sal, barcos, el cetro de la Reina de la Sal, logotipos de instituciones y flores son algunos de los objetos que los dos únicos artesanos salineros, Miguel Pérez y Manuel Sala, se dedican a cuajar en la laguna rosa de Torrevieja. Ambos empezaron a trabajar muy jóvenes en las salinas y desde entonces realizan esta artesanía tradicional en Torrevieja muy gustosamente aún estando jubilados.
El colegio Inmaculada lleva 25 años organizando el taller de artesanía salinera para sus alumnos. Este año, por primera vez, el colegio Cuba ha puesto en marcha esta iniciativa dentro de sus talleres anuales para la compensación educativa. Siete alumnos de sexto de primaria han participado en este taller impartido por Sonia Ferrández, quien les enseñó a elaborar las maquetas de barcos que luego fueron cuajados por el maestro salinero Miguel Pérez, conocido como “el Gavilán”.

Un legado tradicional por conservar

El colegio Cuba sigue con esta costumbre a través de un taller de artesanía

Los alumnos del colegio Cuba han tenido este año, por primera vez, la oportunidad de hacer las maquetas de barcos que se cuajan en sal en las instalaciones salineras de Torrevieja, una zona de trabajo y de acceso restringido.
El centro, dirigido por Ana María Torres Manresa, incluyó un taller de barcos de sal dentro de sus talleres anuales para la compensación educativa. De este modo, siete alumnos de sexto de primaria participaron en este taller a lo largo del curso escolar, de octubre a mayo, bajo las directrices de Sonia Ferrández, una antigua mamá del centro y experta en maquetación de barcos. El maestro salinero Miguel Pérez, conocido como “el Gavilán”, se encargó de cuajar los veleros. Tanto Sonia como Miguel supieron transmitir a los más pequeños esta tradición artesana de Torrevieja.
Además, los alumnos realizaron una excursión a las salinas a bordo del tren turístico “Habanero”, donde aprendieron el proceso de cuajado de la sal. Como broche de oro, el pasado 24 de julio se entregaron los barcos de sal ya cuajados a los alumnos del taller.
Cabe recordar que otro centro escolar, como es el colegio Inmaculada, lleva 25 años organizando el taller de artesanía salinera para sus alumnos, con su posterior cuajado en la laguna a cargo de otro maestro salinero, Manuel Sala, conocido como “el Pijote”, según apuntó Ana Meléndez, colabora desde hace unos años con ambos maestros artesanos. En concreto, este año el centro ha elaborado 35 barcos que serán cuajados estos días con el viento del Levante.

Maquetación
Varillas de cohetes, cañitas de bambú, hilo de algodón blanco y tela de sábanas son algunos de los materiales que se utilizan para armar la maqueta de los barcos, que luego se sumergirán en la laguna rosada para cuajarlos en sal. Cada pieza requiere un tamaño y forma, según explicó Sonia Ferrández, quien llevó el material ya cortado al taller para facilitar el armado de la maqueta.
Los palos y cañas se van liando con tiras de sábanas blancas de algodón, y posteriormente se hace el entramado de las velas con hilo de algodón también blanco. Sonia explicó que los alumnos trabajaron a la vez para facilitar la labor. “Ellos fueron a su ritmo liando los palos y luego las velas. Es una cosa laboriosa porque hay que dejar las telas bien atadas, si no la sal no se adhiere bien”, aseguró.

Cuajado en sal
El cuajado suele realizarse a mediados de mayo o primeros de junio. Sin embargo, este año se ha retrasado un mes debido a las lluvias registradas hace unos meses, según explicó Miguel Pérez, quien se encargó de cuajar los siete barcos elaborados en el taller del colegio Cuba.
Las mejores condiciones se suelen dar en esas fechas, aunque hay que tener en cuenta la salinidad del agua de la laguna y el viento continuo, preferiblemente de Levante, para una perfecta cristalización de la sal. Además, para que sea uniforme “hay que meter la maqueta bien ensalitrada” para facilitar después el cuaje, matizó Miguel.
En la actualidad, los barcos y el resto de objetos se cuajan atados en tablas sujetas a estacas y se colocan boca abajo. Los artesanos salineros vuelven cada ocho horas a la laguna y giran las tablas para lograr una cristalización uniforme de la sal. Si las condiciones no varían, se cuajan en un par de días o tres. Después, se dejan secar al sol y se ponen a cubierto de noche. Una vez secos, se colocan en urnas de cristal y madera, que también hacen a mano.

Legado
Actualmente, Miguel Pérez y Manuel Sala son los dos únicos artesanos salineros. Se trata de una tradición torrevejense para conservar. “El problema es que tienes que estar en contacto con la empresa. Sin embargo, hay un par de personas interesadas a las que les voy a enseñar este año a hacer las maquetas y el año que viene a cuajarlas. O sea, que no se va a perder”, manifestó Miguel.
Manuel Sala también es optimista. Según contó, cuando ambos trabajaban en las salinas, parecía que se iba a acabar la artesanía porque nadie se iba a encargar de ella. Y hubo un repuesto, que fueron ellos mismos. Posiblemente, señaló, ahora ocurra lo mismo. “Habrá algún salinero que nos reemplace y que haga continuar la tradición”, concluyó.

· Miguel Pérez: “El cuaje de la sal se aprende con el tiempo”

Miguel Pérez, de 70 años, lleva cuajando barcos de sal desde 1976, dos años después de empezar a trabajar en las salinas. Miguel estuvo un par de años sin cuajar debido a un problema de salud, pero retomó esta labor cuando se jubiló. Aprendió a cuajar barcos gracias a un tío de su mujer, que le enseñó cómo hacerlo antes de retirarse. “Antes sólo cuajaba barcos, los que yo hacía, del Ayuntamiento y de otras personas que hacían maquetas. Ahora, como tengo mucho tiempo libre, me dedico en invierno a hacer maquetas -hago unas 30 ó 40 de barcos- y en verano los cuajo”, señaló. Miguel concluyó asegurando que “el cuaje de la sal se aprende con el tiempo”.

· Manuel Sala: “Es muy duro, pero es lo que he hecho toda la vida”

Manuel Sala sigue a sus 72 años con esta tradición torrevejense. Con tan sólo 17 años comenzó a trabajar en las salinas cuando murió su padre y se hizo cargo de la economía familiar. Y enseguida empezó a cuajar barcos. Su maestro fue Juan Pujol Torremocha, quien le introdujo en la artesanía. Ahora que está jubilado, la artesanía salinera es su manera de entretenerse. “Hacer maquetas las hace cualquiera, pero el cuaje es otra cosa porque es muy duro, pero es lo que he hecho toda la vida”, manifestó. “Da igual que sean las ocho de la mañana o las cuatro de la tarde, en pleno verano, si hay que ir a recoger los barcos, pues se recogen”, concluyó.