Durante aproximadamente la mitad de este partido, el Torrevieja ofreció una impresión muy distinta a la que le permite su coyuntura. Si prescindiéramos de los conocidos antecedentes, los espectadores presenciaron una primera parte en la que ambos conjuntos compitieron al mismo nivel, ocupando posiciones análogas en el rectángulo, y en la que cualquiera de los dos —precisamente el visitante tuvo la mejor opción— pudo adelantarse en el marcador. Pero los encuentros de fútbol, aunque nos pese, siguen divididos en dos periodos, cada uno de los cuales dura cuarenta y cinco minutos, y entonces termina imperando la lógica de los acontecimientos: el Villajoyosa impondría inexorablemente su condición de ocupante de plaza de promoción en cuanto acertó —y bien que le costó— con la portería contraria, y después de que se librara la suya en los primeros minutos. Al menos, hoy podemos valorar el buen trabajo de los nuestros en este ingrato final de temporada, siendo conscientes además de la situación de desventaja desde la que parten en cada compromiso. Y todo esto, ante un rival cualificado y en su propio feudo.
Según transcurrían los compases iniciales, los salineros iban desenvolviéndose con más soltura. No sólo mantenían las expectativas, sino que trenzaban jugadas de ataque, sorprendiendo a la zaga local con lanzamientos que la desbordaban. A los cuatro minutos crearon su mejor oportunidad, un pase en profundidad de Máicol desde la izquierda tras el que arrancó Santi evitando el fuera de juego. Pero, al plantarse solo en el área, el joven delantero quizá dio el último toque algo fuerte y luego no pudo precisar el remate, rechazado por el guardameta. No quedaría ahí el asunto, porque cuatro minutos después, otro contragolpe armado por Samuel con pase a Sílver dejó de nuevo a Santi en situación de disparo, que detuvo Miqui García. Parecía que los de Pedreño —si acaso, mientras les quedaran energías— se habían liberado de sus presuntos complejos. Incluso el Villajoyosa tardaba en reaccionar; se intuía un punto de precaución en sus evoluciones, al comprobar que la victoria no le iba a resultar cómoda. A los doce minutos, un balón bombeado por Miqui Pérez al segundo palo sería rematado de volea fuera por Alfonso.
No perderían aún la cara los amarillos, que continuarían combinando y volverían a la carga por medio de Santi, cuyo centro desde la derecha salió muy pasado para que Máicol pudiera conectar el remate. Y siete minutos después, a los 28, otra gran ocasión, al rechazo de un saque de banda de Germán, que terminó con disparo de Samuel desde la frontal que salió cerca del poste izquierdo. Sólo había faltado la puntería, pero el Torrevieja estaba haciéndose acreedor a un premio mayor. Sin embargo, en esa media hora acaecería el primer punto de inflexión de la contienda. El Villajoyosa, incrementando los ataques, crearía mayor peligro por las bandas. Adri cedió a Antonio, que se plantó ante Cristóbal, y éste le aguantó en el área antes de estirarse para neutralizar con la mano su remate (30’). Úbeda cedió a Joaquín, que corrió para llegar al área, y Cristóbal cerró los pies para desviar a córner (39’). Y en la última jugada de este primer periodo, Antonio cabeceó fuera, solo en el área pequeña, un saque de esquina (el noveno para los vileros) de Rubio.
Eran síntomas de que las fuerzas empezaban a flaquear en nuestras filas. El Villajoyosa sí se mostraría en la reanudación como el equipo superior que se esperaba, ayudado sobre todo por el gol de Alfonso. Curado su mal de ansiedad —también los favoritos lo padecen— y acusándose el cansancio en el adversario, el camino quedaba allanado para los de Martínez Bueno, que se lanzaron a aumentar la diferencia cuanto antes. Sólo dos minutos después, Antonio cruzaría el remate solo ante Cristóbal, tras ganar de cabeza un balón alto. A los 17, Cristóbal rechazó el tiro de Miqui Pérez, y Antonio cabeceó alto. A los 19, Alfonso entró por la izquierda hasta la línea y su centro raso fue rematado alto, en boca de gol, por Joaquín. A los 20, Adri recorrió toda la banda izquierda, se fue al primer palo y vio cómo Cristóbal le tapaba el hueco. Pero la avalancha era excesiva para que los de casa no terminaran marcando su segundo tanto, obra de Joaquín. Como el resultado ya estaba resuelto, el ritmo decreció en el último cuarto de la contienda. No era necesario mantenerlo.