Desde su Cuenca natal llegó a Torrevieja, a principio de los años sesenta, con su juventud y sus grandes proyectos de vida. Fue su primera residencia una casa torrevejense de planta baja, situada en la calle Ramón Gallud con calle Apolo, donde los padres de Carolina le alquilaron una habitación. A día de hoy ella rememora con nostalgia su simpatía y la facilidad con que se adaptó a la vida torrevejense y, sobre todo, como disfrutaba de las buenas temperaturas y la playa en contraste con la dureza del clima manchego. Era un maestro vocacional, trabajador y comprometido con su labor docente que comenzó su andadura en Torrevieja en las Escuelas Graduadas Chapaprieta. Formó parte, junto a un grupo de valiosos maestros, de la academia del Sagrado Corazón que en aquella época tanto ayudó a muchos jóvenes a realizar estudios de bachillerato y lanzarse a estudiar carreras que, quizá sin esta ayuda, nunca habrían alcanzado. Allí era D. Alberto el profesor de matemáticas que con paciencia y buen método nos enseñó ecuaciones, álgebra, sistema métrico y todos los entresijos del mundo de los números. Pronto conoció a una torrevejense, Milagros Payá, con la que contrajo matrimonio y formó una gran familia. Nacieron sus hijos: Alberto, Manuel Enrique, Alexis , Jairo y Ruth Mónica. Pasó por la dura experiencia de perder a su hijo mayor. Siguió su andadura pedagógica en el Colegio Virgen del Carmen donde fue querido, respetado y valorado pos sus alumnos que hoy le recuerdan como “mi profe de matemáticas”. Fue nombrado director del centro, cargo que ejerció durante unos años con acierto y profesionalidad. Una faceta de su personalidad fue su seriedad mezclada con un sentido del humor: agudo, fino e inteligente, pero nunca hiriente que hacía su trato muy agradable. En Cuenca fue amigo de José Luis Coll El día cinco de marzo, con motivo del homenaje que el Ayuntamiento de Torrevieja hizo a los maestros jubilados, vimos a D. Alberto subir al escenario con paso lento, mente lúcida, irradiando la dignidad y la serenidad que da una larga trayectoria vital. Un encendido aplauso llenó el recinto expresando el inmenso cariño de todos al maestro más veterano. Apenas un mes después, cuando todavía resonaba el eco de esos aplausos, D. Alberto nos dejaba, en una mañana de miércoles santo, en el silencio de una ciudad encerrada en sus casas. Se marchaba quien trabajó siempre por y para Torrevieja, un gran maestro.
GRACIAS, D.Alberto. Siempre quedarás en nuestro recuerdo.
Lolita Sánchez