Cuaderno de otoño V: Cambiar

Cuaderno de otoño V: Cambiar

Comienza la nueva temporada de Radio Clásica, que cumple, además, 60 años. Ya mi padre escuchaba con bastante asiduidad esta emisora, que entonces se llamaba Radio 2. 

La compañía que me hace todos los días es, en cierto sentido, insustituible. Hay días que, honestamente, no enciendo el televisor. Pero no hay un solo día que no escuche algún programa de Radio Clásica. 

Cierra en Alicante la librería Pynchon & Co. Quedan los buenos ratos husmeando entre sus estantes y las horas disfrutando de la lectura de los libros allí comprados: una antología poética de Jiménez Lozano, unos diarios de Trapiello y Juan Malpartida, un libro de aforismos de Ramón Eder. 

A veces sucede que alguien (normalmente alguien a quien ni siquiera le has preguntado) te dice que has cambiado y te lo dice, además, en sentido claramente despectivo. Ante esto sólo puedo asentir y decir: es cierto, he cambiado. En primer lugar, me estoy haciendo mayor, cumplo años (gracias a Dios) y mi piel y mi cuerpo se acomodan como buenamente pueden a esta circunstancia. En ese sentido, todos cambiamos. Luego, ya en lo personal, en lo profundo, no creo que haya cambiado tanto. Más bien pienso que los demás se han movido a mi alrededor. Pero sí, uno no es ajeno a ciertas lecturas y ciertos desengaños. Es lo que tiene leer…y vivir. Y si tú no has cambiado…ni has leído ni has vivido.

Recuerdo muchas veces una entrevista que le hicieron a Marc Fumaroli. ¿En qué cree usted, señor Fumaroli? A lo que el pensador francés respondió: En la grandeza de Roma y en la verdad de los Evangelios. 

Y también recuerdo un artículo que escribió el doctor Johnson sobre la obsesión de ciertas personas a verlo todo desde la lente cegadora de su partido político. 

En el prólogo a la edición francesa de La rebelión de las masas, Ortega y Gasset escribió lo siguiente: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”.

Sobre todo esto que hablo también lo hace el nuevo libro de Andrés Trapiello, que lleva por título Próspero viento. Y también otro que leí hace tiempo, La llamada de la tribu, de Mario Vargas Llosa; a quien, por cierto, dedica su ensayo Trapiello.

Como cantaba Luis Eduardo Aute: “El pensamiento no puede tomar asiento; que el pensamiento es estar siempre de paso…”.

Leyendo a René Girard…leyendo a Trapiello. Leyendo, también, el tercer volumen de los sermones parroquiales de Newman. Y volviendo sobre el Evangelio de Mateo.

Cambiando…por lo visto.

Lo primero, al despertar, dar las gracias.

Después…un café.

Marco Antonio Torres Mazón

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