Cuaderno de verano II: Luz regalada

Una gaviota volando sobre dunas y hierbas altas en la costa, bajo un cielo azul brillante con el mar al fondo

Otro domingo de junio con final de Rolland Garros épica que termina ganando un español. Cotidianidad y buenas costumbres.

Las canciones de Samuel Barber…melodía del inicio del verano. Y esa joya, llena de feliz melancolía, titulada “Sure on this shining night”. Luego, para concluir la bienvenida a la nueva estación, las canciones del verano de 1915, en Knoxville y las de la playa de Dover. 

Creo que lo mejor (o al menos lo que más me gusta) de Samuel Barber está en esas pequeñas piezas, algunas de las cuales ni siquiera llegan al minuto de duración. Hay una noche al otro lado de la ventana, mientras escribo y las notas de música se cuelan entre los estantes llenos de libros. 

Muere Brian Wilson, cantantes de los inmortales Beach Boys. Pongo como pequeño tributo alguna de sus canciones en el coche. La luz de la tarde se tiñe de una lejana nostalgia.

Finalmente eran lo que siempre parecieron ser: resumen de los recientes acontecimientos de la política nacional.

13 de junio. Día de san Antonio. Si el nombre de una persona es una huella en su interior que lo define, el mío es más Antonio que Marco. En cierto sentido llevo conmigo a mi abuelo Antonio, al que jamás conocí, pues murió cuando mi madre era todavía muy pequeña. Sin embargo, durante un tiempo investigué ciertos aspectos de su vida en algunos archivos, por lo que pueblan mi memoria cosas que no viví más que a través de la historia. Bueno, pienso mientras otro año más levanto por él mi copa de vino: todos seremos memoria en los que nos recuerden.

Israel e Irán…otro frente abierto en lo que cada vez más es un conflicto global lejos de solucionarse. Sensación de estar asistiendo al final de algo…a un periodo de crisis general…moral.

La Santa Misión de nuestra Patrona, la Purísima. Momento para recordar muchas cosas que llevamos dentro desde que éramos niños. Sí, somos eslabones de una larga cadena. Pero el domingo por la mañana, temprano, se produce uno de esos instantes que ya quedan grabados dentro, muy dentro, en el hondón del alma.

Capilla del colegio la Purísima, Torrevieja. No son todavía las 9 de la mañana. Entra una luz tenue, de amanecer húmedo y bochornoso. Una luz que roza, como pidiendo permiso, la imagen de la Inmaculada Concepción, a los pies del altar. Las Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas se disponen a realizar el último rezo, la oración de despedida. Decir adiós siempre es emocionante, sobre todo si la visita era muy deseada. En grata compañía el tiempo pasa el doble de rápido. Las Hermanas se van despidiendo una a una. En sus rostros no ocultan las lágrimas; unas lágrimas de alegría por lo vivido y de esperanza por lo que todavía está por venir. 

Mi gran amigo Carlos descubre la placa que recordará a las generaciones venideras este precioso momento. Brilla en su rostro una luz por la que todos deberíamos estar agradecidos. Un regalo.

Marco Antonio Torres Mazón

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