Leo Lento y salvaje, el libro de Ricardo Lezón, cantante del grupo McEnroe. Es, posiblemente, la banda española que más me gusta y que más escucho en los últimos años. Las canciones de Ricardo, tanto con el grupo como en solitario, son las que más me han emocionado y las que han conseguido que tenga la sensación de que están hablando de mi vida y de mi interior. Tienen todas ellas una poética muy conseguida, como un cuento de Carver o un poema de Robert Frost. Reconozco que he llorado con alguna de sus canciones, como con “Asfalto”. Pensaba en mi padre mientras la escuchaba y un nudo subía desde el estómago hasta mi garganta y mis ojos, desbordándose en un llanto que devolvía un agua al mundo que no me pertenecía.
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Costumbres #7: Relacionar lo que sucede a mi alrededor con alguna película, algún libro, alguna canción. Esta costumbre nada tiene que ver con demostrar lo mucho o poco que uno ha leído, sino para que veamos cómo la buena literatura, el buen cine, la buena música termina hablando, inexcusablemente, de nosotros y de todo lo que nos acontece. Devolver a la vida lo que es de la vida.
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Escapada a Almería con un buen grupo de amigos. Visitamos el faro y pienso en mi querida amiga Ar, amante de los faros y farera de vocación ensoñada. Baño en las aguas de Cabo de Gata. Las olas golpean con fuerza, como boxeadores que pelearan por el título mundial. Por la noche, concierto junto al puerto. Mientras suena la música, las grandes embarcaciones que cruzarán el Mediterráneo en la oscuridad se mueven como enormes edificios iluminados justo por detrás del escenario.
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Después de tomar un buen café y un buen desayuno bajo la sombra que nos regalan los árboles de una plaza de la ciudad de Almería, A. y yo entramos en una librería y paseamos lentamente entre sus estantes. El tiempo nos pertenece en esos momentos. Tranquilidad y felicidad se dan la mano. Ir a librerías de viejo es una de las cosas que más me gustan. Hacerlo mientras estoy de viaje y de vacaciones es un doble placer. Es tiempo recobrado.
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Junto al hotel donde nos alojamos hay una iglesia. La campana de su torre pauta el tiempo cada media hora. Su sonido es como una ventana que por la que podemos asomarnos cerrando los ojos. Y es también el recordatorio de que siempre hay que agradecer tanta gracia recibida; por tantos días de descanso y de buena compañía; por los hermosos paisajes sureños y mediterráneos que hemos podido disfrutar.
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