Marco Antonio Torres Mazón
No recuerdo cuándo fue la primera vez que leí “Canción de Navidad” de Charles Dickens, ni a partir de qué momento se convirtió en una personal tradición el leerlo por estas fechas, cuando la corona de Adviento casi está encendida por completo, al igual que nuestra esperanza. Lo que sí tengo claro es que muy pronto se le comenzaron a añadir otras lecturas habituales hasta conseguir que Diciembre sea, en su práctica totalidad, un mes dedicado a la relectura de ciertos libros. Al placer de leer hay que añadir siempre el placer de releer viejos libros que, como viejos amigos o viejos fantasmas del pasado, nos visitan para charlar un rato con nosotros junto al fuego del hogar.
La lista de los títulos que suelo releer en estas fechas comienza, lógicamente, con el clásico de Dickens, en mi vieja edición de Alianza editorial. Tengo tan manoseado y subrayado el ejemplar que hay páginas en las que ya apenas queda nada sin anotar o señalar. Sin embargo no podría leer esta historia en otro ejemplar que no sea exactamente ese. En edición diferente los libros dicen cosa distinta, apuntaba certero Juan Ramón Jiménez. “El libro de visitantes”, de José Jiménez Lozano es otro libro que me gusta leer y hojear en estos días tan señalados. La sencillez castellana de Jiménez Lozano se une a su particular sentido del humor y a su profunda humanidad. Es algo parecido a lo que Giovanni Papini consiguió con sus entrañables “Soliloquios de Belén”. Recuerdo que una Nochebuena repartí en casa de mis padres los papeles de todos los animales del establo que el escritor italiano imaginó en esta bellísima obra y, después de cenar, los leímos uno por uno. ¡Cómo se nos saltaban las lágrimas de la emoción contenida en esos sencillos párrafos, que valen en su hondura más que muchos libros enteros! La edición de “Cuentos de Navidad” que la editorial Alba publicó hace ya algunos años es otro tesoro para abrir en esta época. Allí están los relatos de Dickens y de Azorín, de Emilia Pardo Bazán y de Vladimir Nabokov, de Paul Auster y de Chesterton. Precisamente de este último, Chesterton, preparó Renacimiento editorial una recopilación de todos sus textos, poemas, ensayos y pequeñas obras teatrales que tenían como tema central la Navidad y todo lo relacionado con esta entrañable fecha. Se trata del libro “El espíritu de la Navidad”, uno de los indiscutibles entre mis relecturas anuales. Lo abras por donde lo abras siempre te encuentra con un texto que te hace sonreír. Leer a Chesterton nos hace mejores personas, sin duda.
Todos estos libros, y otros que no he tenido tiempo de consignar aquí, son mi lectura habitual en los días previos a la Navidad, cuando el olor a castañas asadas inunda las calles de nuestra memoria y el crepitar de los leños en la chimenea llena de calor nuestra imaginación. Por todo ello, si Europa duda acerca de la idoneidad de felicitar la Navidad y prefiere usar la fórmula de “Felices fiestas” es que Europa, por desgracia, ya no entiende nada.