Hay una tendencia general a quejarse de lo pronto que colocan los turrones y dulces navideños en los supermercados; o a despotricar sobre el hecho de que cada vez decoran antes la ciudad para el tiempo de Navidad. Pues bien: yo soy justo lo contrario. Si por mi fuese pondría las luces y el belén y el árbol y cualquier otro adorno nada más terminar el verano y no lo quitaría hasta bien entrada la primavera. Me gusta tanto la Navidad que a veces pienso que Dickens se inspiró en mí para crear el personaje del sobrino de Scrooge en el clásico cuento de Navidad.
Por eso estos días estoy feliz. Y no quiere decir eso, no se crea el lector, que no me pasan cosas malas o que no tengo problemas. Claro que los tengo, como todo hijo de vecino. Pero… ¿qué tiene que ver eso con la Navidad y con el precioso tiempo de Adviento que ya estamos comenzando? ¿Acaso no seguirán estando mis problemas ahí sea o no Navidad? O, mejor dicho, ¿no es la Navidad, y por tanto el tiempo de Adviento, un motivo lo suficientemente poderoso para hacer que esos problemas que todos tenemos se suavicen o adquieran un sentido distinto? Todos tenemos zonas oscuras en nuestro corazón de las que no estamos orgullosos, ¿por qué no dejamos que las luces que ya engalanan nuestra ciudad iluminen también esas debilidades que nos atenazan? Quizá así adquiriría todo su sentido este precioso viaje que estamos a punto de comenzar.
Además, en nuestra ciudad tenemos la suerte, siempre lo he pensado así, de que las fiestas patronales en honor a la Purísima Concepción sean el prólogo para las fiestas de Navidad. Tiene todo su sentido, ya que Ella es tabernáculo de Dios y puerta del cielo. Y este año, además, con la alegría doble de ese premio Diego Ramírez Pastor. Por un lado a la Guardia Civil, honor a quien honor merece; y por otro a nuestro querido Víctor García Villalgordo, de cuyas manos cobran vida, como un milagro, el rostro del Señor…el rostro de su Madre. Trabajar la madera tiene su teología, pues sobre ella descansó Jesús siendo niño y en ella fue clavado en el patíbulo. Así las cosas adquieren sentido, como debe ser.
Sí, anda mi corazón alegre por recorrer ya estos días de Adviento, siempre nuevos y siempre iguales. Leía estos días la “Lírica inglesa del siglo XIX”, de Ángel Rupérez, un libro lleno de tesoros escondidos, de esos que no pueden faltar en toda buena biblioteca. Hay en él algunos poemas de Alfred Tennyson, entre ellos unos extractos del largo lamento “In Memoriam”, dedicado a un buen amigo. A pesar de todo su dolor y toda su tristeza, hay en él algunos bellos pasajes en los que nombra el tiempo de Adviento y Navidad. “Se acerca el día del nacimiento de Cristo: / se ha ocultado la luna y está en calma la noche; / de colina en colina navideñas campanas / hablan entre sí en medio de la niebla”. Dejemos para más adelante el resto de versos; serán buena compañía para este tiempo de Adviento que ya comenzamos a recorrer.