Cada Miércoles de Ceniza acudo al estante de mi biblioteca donde sé que voy a encontrar mi volumen «Mil años de poesía europea» de Francisco Rico. Su tapa dura tiene el color verde de la esperanza y su tacto es liso y suave. En la página 913 aparece el nombre de T.S. Eliot: Saint Louis, Missouri, Estados Unidos, 1888- Londres, 1965) y una breve pero acertada y ajustada semblanza. Paso directamente a la página 929, donde comienza el poema que leo todos los años en el inicio de la Cuaresma: Ash-Wednesday, Miércoles de Ceniza. Paso lentamente la mi dedo y mi pupila y mi alma por los primeros versos, en traducción del también poeta Claudio Rodríguez: «Porque no espero volver más /porque no espero/…”
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Las 14 horas de adoración del Santísimo en el Altar en la Parroquia de San Roque y Santa Ana. Preparar la Cuaresma significa también darnos así, en la distancia corta y en el cara a cara; donde ya no podemos ocultar nuestras pequeñas o grandes o medianas cosas; esas que se nos van clavando en el alma como piedrecitas en el zapato y que no nos dejan caminar…
Al amparo de la noche y en el silencio. Unos pábilos vacilantes como única iluminación. En mis manos sostengo un libro que perteneció a mi abuela Gertrudis ( De la que ya he hablado en algunos artículos). «Visitas al Santísimo Sacramento». La piel cuarteada. Fecha de publicación 1907. Y es la quinta edición. Voy a rezar un rato con el mismo libro con el que mi abuela rezaba. La oración como una forma de hablarnos, de recordarnos, de querernos en la distancia, de saber que ella está a mi lado porque Él así lo quiere. Y en la página 48 del libro encuentro, como un tesoro, esta frase de San Pablo: «Se anonadó a sí mismo tomando forma de siervo».
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Cuando salgo de la iglesia le quedan pocos minutos a la amanecida. Es entonces cuando me viene a la cabeza algo que he leído esto días en un libro de Julio Martínez Mesanza titulado «La calle de la reina Ester». Dice el poeta y traductor: «Quien no ha velado no conoce de verdad el alba ni puede entender las palabras del vigía de Esquilo ni la ansiedad con que aguarda la aurora el centinela del salmo». En la espera está toda enseñanza, en la esperanza todo el sentido último.
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T.S.Eliot inició su camino de conversión cuando comenzó a tomar a Dante como modelo, literario y espiritual. En la madurez de su vida escribió el largo poema «Miércoles de Ceniza», ese que siempre leo en el inicio de cada Cuaresma; ese cuyos versos centrales rezan así: “Y ruego a Dios que tenga misericordia de nosotros / y que yo olvidar pueda / lo que luché conmigo demasiado / y a lo que di demasiadas interpretaciones”.
Marco Antonio Torres Mazón