Anotaciones de marzo IV: Alumbramientos

El inicio de la Pasión según san Juan, de Bach, los primeros minutos, son algo que trasciende la música, el arte. Al menos en esos niveles funciona en mí. Es como un torbellino sobrenatural y, al mismo tiempo, profundamente humano.

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            Tardes más largas,

            Llega la primavera:

            Alumbramiento.

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            “Comprender (en cada cosa) que hay un límite y que no se le rebasará (o casi) sin ayuda sobrenatural, y pagando a continuación el precio de un terrible rebajamiento”. Esta anotación de Simone Weil en La gravedad y la gracia casi parece un poema de Emily Dickinson o un fulgor de María Zambrano. Tres escritoras por las que no deja de crecer mi profunda admiración y a las que ya empiezo a tratar como a viejas amigas con las que mantengo largas conversaciones.

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            La llegada de la Semana Santa era vivida en casa con una intensidad muy fuerte. Era, sin miedo a exagerar, el período más importante de todo el año. Tengo, por tanto, imágenes muy grabadas en mi interior: una visita al taller de Miguel Ángel Casañ, cuando la virgen de la Esperanza apenas se intuía en la tosca madera; la construcción del primer trono; ver los primerizos varales en un almacén de mi gran amigo Javier Torregrosa; el sonido de la persiana al levantarse en un Domingo de Ramos en el que todo lo que teníamos era incertidumbre e ilusión a partes iguales; la llegada de la nueva corona regalada por un anónimo amigo de la cofradía y que veía cada mañana en casa antes de ir al colegio; el encuentro que se hizo el primer año, Jueves Santo, y del que parece que nadie se acuerda y del que yo no he visto testimonio gráfico alguno; las visitas de los miembros de la Academia General del Aire de San Javier; los primeros ensayos cuando nadie ensayaba; el olor del incienso, la luz de las velas, el redoble de una caja… Cuesta que lleguen estas fechas y no recordar a mi padre, que hizo posible todos esos (y otros muchos) momentos. La memoria puede jugar malas pasadas, pero la historia es la que es.

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            Leyendo estos días el Evangelio de Marcos. Hay algo en él de una fuerza primaria, de la que emana mucho de lo que nos remueve en estos días de oración. Una fuerza que George Steiner supo ver muy bien en un hermoso artículo titulado Los buenos libros, en el que habla, entre otras cosas, de la profunda importancia del conocimiento de los textos bíblicos para los verdaderos grandes lectores y escritores, “para quienes pueden escuchar el terror en Marcos 16, aquellos que logran leer el vacío de la tumba en todo su sentido”. En esas tres noches del Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado de Gloria sigue debatiéndose todo lo que de verdad y de valioso tiene nuestra existencia y nuestra fe.

            Marco Antonio Torres Mazón