Acaba de llegar de Canarias. Viene de hacer Mulïer, un espectáculo de Maduixa Teatre sobre zancos que ha ganado dos premios Max -a Mejor Espectáculo de Calle y a Mejor Banda Sonora- y que lleva dos años girando por todo el mundo, desde Centroamérica hasta China. Paula Quiles Franco empezó en el ballet por prescripción médica y hoy, treinta años después, la danza contemporánea es su pasión y su profesión.
Por el camino, muchos logros y satisfacciones, y es que esta torrevejense ha bailado también en la compañía Ananda Dansa y en la Ópera de Valencia con el proyecto de La Fura dels Baus. Semanario Vista Alegre ha estado esta semana con ella para hablar de pasado, presente y futuro.
Vista Alegre: Arrancamos esta entrevista con Mulïer, que has tenido estos días varias sesiones. Los que tenemos la suerte de conocer la obra, salimos de la sala con la sensación de no haber visto antes nada igual. Es un espectáculo maravilloso que hacéis sobre zancos y donde se conjugan la danza, el equilibrio, las emociones… ¿Cómo se enfrenta una bailarina por primera vez a bailar a casi un metro sobre el suelo?
P.Q.- Yo me enfrenté con mucha tranquilidad. Aunque ahora estoy en el elenco en la versión de sala, que es un poquito más larga que la de calle, entré como sustituta de la compañía y empecé de manera más relajada. El jefe, Joan Santacreu, me dio los zancos y me dijo que empezara a andar, que me fuera a un parque y que fuera probando. Y yo me fui al campo y empecé a hacer caminito con los zancos… Estaba enamorada del espectáculo y me sentía muy animada. Veía los vídeos y sabía que quería hacer eso, y empecé a probar cosas a lo loco.
V.A.- Una pregunta que es inevitable que nos venga a la cabeza… ¿No te caíste nunca?
P.Q- No, a día de hoy no. Toco madera porque puede pasar, pero no ha pasado. De todas formas, lo primero que nos enseñan es a aprender a caer.
V.A.- ¿Es el primer espectáculo de danza que se hace sobre zancos?
P.Q.- Yo creo que el concepto existe y esta compañía lleva también un pasacalles con zancos; pero el coger a cinco bailarinas que no tienen ni idea de ponerse zancos y probar a ver qué pasa es una idea bastante original. Los zancos en Mulïer son el yugo de la mujer en la vida real. A ver cómo te sueltas de eso…
V.A.- Es una obra en homenaje a las mujeres, pero, ¿qué cuenta exactamente?
P.Q.- Pasa por distintas fases de la mujer, es como un despertar que parte de esa sumisión, ese enganche que llevamos y del que nos vamos desprendiendo. Habla de cómo nos descubrimos a nosotras mismas y nos vamos deshaciendo de ese bloqueo y de lo que nos han hecho; un bloqueo que seguimos viviendo aunque de manera diferente a como se vivían antes. La parte final habla de esa liberación, de ese derecho a ser libres, a sentirnos fuertes y a saber que nadie nos va a someter ni controlar.
V.A.- ¿De este espectáculo se acaba más cansado que de otros?
P.Q.- Sí, pero a todo te entrenas. Además, aprendes a dosificarte la energía porque si no acabas muerta. En la obra pegamos gritos y son completamente reales.
V.A.- Ahora mismo, además de la gira con Maduixa, ¿con qué otros proyectos estás?
P.Q.- Doy clase de danza clásica y contemporánea en Valencia y con otros dos compañeros tengo el proyecto Malarte, una asociación y espacio cultural abierto a artistas de cualquier disciplina que pueden venir, dar talleres, crear…
V.A.-¿Cuándo y cómo empezaste en el mundo de la danza?
P.Q.- Empecé con cuatro años en el colegio. Tenía los pies valgos, se me iban hacia dentro, y el médico le dijo a mi madre que un buen ejercicio era el ballet porque se trabaja en rotación externa. A partir de ahí quise más ballet y me matricularon en la Escuela de Lola Morales y Arantxa Blanco, y más tarde también en la Escuela Municipal de Danza. Después me fui al Conservatorio de Alicante y luego terminé la carrera en el de Valencia.
V.A.- ¿Por qué te decantaste por la danza contemporánea?
P.Q.- Me gustan todas las danzas, soy muy fan del clásico y es mi base, pero me enamoré del contemporáneo gracias a mis maestras de Torrevieja. Ellas nos permitieron conocer otros estilos y me di cuenta de que con la danza contemporánea yo me expresaba mejor. Arantxa y María Dolores nos traían a gente como Lino Zorrilla, Gustavo Ramírez, Mario Zambrano o Sharon Fridman. Al ver esa diversidad y esos movimientos me di cuenta de que por mi manera de moverme me identificaba más y que podía dar y recibir más en el contemporáneo. Por cierto, el flamenco también me encanta.
V.A.- ¿Los cuerpos o los perfiles de los bailarines cambian de un tipo de danza a otro?
P.Q.- En el clásico hay más limitaciones porque te piden un rango de articulación y unos límites que, si tu cuerpo no ha nacido con ellos, estás en contra natura. Hoy en día todo está avanzando, incluido el clásico, pero el contemporáneo y el flamenco abarcan más posibilidades y son más abiertos. De todas formas, en el clásico ahora se ven otros prototipos de cuerpo; cada vez hay bailarinas más musculosas, más fuertes y con cuerpos no tan frágiles.
V.A.- ¿El clásico es la base de un bailarín?
P.Q.- Hay mucho debate sobre esto. Yo creo que es necesario porque es un gran entrenamiento en el que se trabaja mucho la musculatura. Yo tengo muy buena base clásica y me ayuda mucho para entender la contemporánea en muchos aspectos, pero hay otros profesionales que no opinan así.
V.A.- También estudiaste magisterio musical, pero al final preferiste bailar.
P.Q.- La pedagogía y la educación me gustan mucho, y magisterio me ha ayudado mucho en mi profesión, pero creo que la danza debería ser una asignatura obligada en los colegios como ya pasa en algunos países. Bailar te ayuda a expresar, a entender, a sacar sentimientos, a ser más sensible, a hablar de cosas que de normal no se hablan… A mí la danza me ha aportado mucho, yo bailo y me siento feliz porque es terapéutica, ya sea profesionalmente o no… ¿Cuántas personas están en casa, se ponen la música, se pegan cuatro saltos y se sienten más animados? La danza es vida, es el lenguaje del movimiento.
V.A.- ¿Cómo miras el futuro?
P.Q.- Con mucha ilusión y con trabajo. Me encantaría seguir manteniendo el espacio de Malarte porque es un proyecto muy personal y muy interesante, seguir con mis clases y, por supuesto, con Maduixa, que se acercan actuaciones en Holanda y en Madrid. Y sobrevivir. Por cierto, me gustaría que Mulïer llegara a Torrevieja. Me lo imagino en varios sitios y creo que quedaría precioso en las piscinas naturales o en algún lugar junto al mar.
V.A.- Has dicho “y sobrevivir”. Esto nos recuerda a cuando hicimos un reportaje de unas jornadas y nos comentaron cómo todavía hay gente que no ve la danza como una salida profesional, un sentimiento que, decían, se podía incrementar al no tener un conservatorio de danza en Torrevieja.
P.Q.- Hoy en día, cuando te preguntan a qué te dedicas y dices que bailas, te vuelven a insistir que cuál es tu trabajo. Es verdad que no tener ese conservatorio profesional puede acrecentarlo, pero pasa en otros sitios porque en toda España los artistas estamos de lado y, curiosamente, fuera del país nuestros bailarines están muy bien considerados. Yo trabajo en una compañía que se mueve mucho, que tiene mucho trabajo, y también doy clase. Piensa que éste es un lenguaje que se puede usar a muchos niveles…
V.A.- Nos gustaría terminar esta entrevista con un mensaje dirigido a aquellos padres de niños y niñas que bailan y que en un futuro sus hijos les pueden plantear que quieren dedicarse a la danza, ¿te animas?
P.Q.- Claro. Yo les diría que la danza es una profesión y que de ella se puede vivir. Nos falta apoyo, por supuesto, pero si se dice que no cada vez que un niño o niña quiere ser bailarín, nosotros mismos nos estamos echando abajo. Los bailarines vivimos de esto y nuestra labor es importatísima. Para mí, una de las cosas más importantes ha sido el apoyo de mis padres. Ellos me dijeron que lo hiciera, que lo intentara y lo probara. Creo que hay que dejar a los niños hacer, indagar, experimentar y aprender. Luego podrán bailar, dar clase o quizá dedicarse a otras cosas, pero ser bailarín es una profesión y en los conservatorios se crea trabajo, además de profesionales y ciudadanos espléndidos.