En estos primeros días de otoño vuelvo a escuchar, después de muchos años, algunos discos de Simon & Garfunkel. El concierto de Nueva York de 1969. Otro en la misma ciudad, concretamente en Central Park, en 1982. Sus discos de estudio. Son canciones que arropan como una suave manta y que calientan el corazón como una taza de café recién hecho.
Y vuelvo también, en las noches de escritura, a Górecki y otros polacos, como Penderecki. Hay algo en ellos que me llega de una manera muy especial en los últimos años. Es como si hubiera necesitado tener cierta edad para entrar en su sensibilidad. Una música llena de fe; profunda…católica.
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Ha muerto D. Tomás, sacerdote que estuvo en la parroquia de la Inmaculada. Parece que estoy escuchando ahora su peculiar tono de voz en la homilía de los domingos. Mi oración y mis recuerdos son hoy para él.
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Días cruciales de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Esperanza y de la Paz. Nervios y alegrías. No es un punto y final o una meta. No. Es justo lo contrario. Es un punto sobre el que seguir construyendo cofradía…hermandad. Pienso en mi padre. Pienso en todos los que lucharon en los difíciles comienzos, con tantas cosas en contra y, sin embargo, con tantas ganas de hacer cosas…diferentes…serias…comprometidas.
Vivencia intensa las de los días del triduo previo a la coronación. Hay que prepararse interiormente para la gran alegría del sábado. Muchas cofradías han realizado regalos y ofrendas para Nuestra Madre; regalos que portará el día de su Coronación…
…Y llega el gran día. A medida que pasan las horas voy notando que los nervios tratan de dejar paso a un estado de cierta tranquilidad y paz; como un dejarse llevar por Su mano. Y así es. La iglesia del Sagrado Corazón de Jesús luce preciosa como una joya de la que no pudieras apartar la mirada y allí, en el altar, la Virgen entronada preparada para recibir su corona de manos de nuestro obispo, D. José Ignacio Munilla. La ceremonia, hermosa. Cuánta belleza tiene la liturgia católica. Llega el tan anhelado momento y una explosión de alegría invade todo el templo. Aplausos. Vivas. Lágrimas. Abrazos. Esperanza y Paz. También hay una explosión interior. La de saber que todo esto es obra de tanta gente a lo largo de tanto tiempo; la de saberse bendecido por poder vivir este instante. Luego, la procesión. Suma y culminación de instantes perfectamente programados. En la iglesia de la Inmaculada, encuentro entre las dos imágenes coronadas canónicamente, la Esperanza…la Purísima. Siento que estoy viendo algo histórico. Siento, además, que esas imágenes son la plasmación real de mis dos pregones, en los que traté de unir y trenzar ambas advocaciones. Las calles con los dibujos en sal; la entrada a su barrio de nuevo, ya para encarar la parte final del recorrido. Todo va calando en mi interior como los versos de un largo poema que no quisiera terminar de leer.
Nos queda recordar, claro.
Y dar gracias por todo lo vivido.
Marco Antonio Torres Mazón
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