A veces es todo mucho más sencillo. Nosotros terminamos complicando las cosas. Sencillez…claridad…
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Atropello masivo en Alemania. Reiteración. Dudo incluso de la fórmula sintáctica de “atropello masivo”, pues encubre muchas de las cosas, profundas, que laten tras esas palabras. Lo que se esconde bajo la superficie y nos empeñamos en ocultar.
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Miserere Mei, de Gregorio Allegri. Incrementar poco a poco el ritmo de escritura, a pesar de los días ajetreados que te esperan. Esas voces, como ángeles, te ayudan a concentrar la mirada en la página en blanco.
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Lluvia y viento. Temporal para despedir definitivamente el invierno y dar la bienvenida a la primavera. Cielos grises, con esas nubes que forman un continuo en el que ya no eres capaz de distinguir dónde termina una y comienza otra. Y el viento, constante y persistente en su descarada intensidad.
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Miércoles de Ceniza. Por la mañana, para llevar a E. y a mis sobrinos al colegio, primeras marchas de Semana Santa en el coche. “Hermanos costaleros”, “Gran Poder” y “Aurora de san Gonzalo”. Por la tarde, mientras voy a comprar algunas cosas al supermercado, la Pasión según san Lucas (1748), de Telemann. Vivir la Cuaresma desde el oído. Silencio…música…oración. La ceniza como un signo de pertenencia, pero también de anhelo. Y de advertencia. Y el poema de José Jiménez Lozano que habla de la tumba de sus padres (que tenía la inscripción In Spes grabada en ella) me parece ahora muy propio para comenzar a caminar en este tiempo de preparación y gracia.
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Entrar a una casa que una vez estuvo habitada, en la que pasaste tus últimos años de soltero, de la que saliste para ir a la iglesia y contraer matrimonio, es una sensación muy extraña. Por otro lado, estoy acostumbrado. Hemos cambiado muchas veces de casa. Pero nunca se pierde del todo esa sensación que no es tristeza, que sí se parece a la melancolía, incluso a la ensoñación.
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En Las ruinas y la rosa, de Andrés Sánchez Robayna, leo esta frase del director de cine ruso Andrei Tarkovski: “El arte es una forma de oración”. Estoy de acuerdo. Así es el arte “verdadero”. Sigo leyendo y encuentro otra sentencia, esta vez del propio Sánchez Robayna, que me deja pensativo y no puedo evitar subrayar con el lápiz: “No es preciso conocer el nombre de la flor para aspirar su fragancia”. Es cierto. Pero también es verdad que me gustaría aprender el nombre de todas las flores, de todos los árboles, de todos los pájaros, para poder así nombrar y, por tanto, amar lo nombrado.
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Un paseo temprano, mientras amanece, por la costa. Caminar mirando la línea del horizonte, nítida como trazada con un fino pincel por una mano de pulso firme. La brisa sopla suave en nuestro rostro y nos trae el perfume de un tiempo que ya llega a su fin. Otro invierno se marcha. Queda la constancia en esta última nota invernal. Pero nada se pierde para siempre. Abrimos ya otro cuaderno, donde iremos anotando, al compás de la nueva estación, las nuevas notas…de primavera.
Marco Antonio Torres Mazón
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