‘Soy músico, la profesión más bonita del mundo’

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‘Soy músico, la profesión más bonita del mundo’

Estos días se viven en todo el mundo los actos previos a la festividad de Santa Cecilia, la patrona de los músicos; una fecha en la que las ciudades, los espacios y las calles se llenan de música, de pasacalles, de eventos y de convivencias. Son días en los que, además, muchos músicos dan un paso importante en su carrera y comienzan su trayectoria en entidades que aprovechan la celebración para incorporar a nuevos miembros.
Ser músico y explicar a quien no lo es qué se siente al hacer música, no es fácil. Ser músico, nos dicen, es una cuestión de “sentimientos”, pero también de esfuerzo, de constancia, de sensibilidad, de diversión o de emoción.
Torrevieja cuenta con dos bandas, una orquesta sinfónica y una gran cantidad de coros que además de ofrecer la posibilidad de hacer música en conjunto, desarrollan una importante labor formativa. Cientos de personas forman parte de estas entidades locales que se expresan con notas y en las que muchos jóvenes han encontrado algo que no esperaban. “Esto es como una familia. Conoces a mucha gente, pasas mucho tiempo con ella, compartes muchos momentos y haces cosas que te hacen sentir que la banda es una familia. Son sensaciones que mucha gente no ha tenido nunca y que son muy chulas”, dice la flautista Alejanda Zafra.
La música es una carrera de fondo. La preparación académica puede extenderse catorce años, pero lo cierto es que en la práctica la formación y el estudio ocupan toda la vida, porque en el arte la perfección no existe. “Hay que practicar mucho y yo no soy muy organizado, pero si es para tocar la trompeta, cruzo mares y desiertos”, nos dice Rodrigo. Tiene trece años y llegó a la banda hace cuatro. “Veía a la hija de una amiga de mi madre y yo también quería”, añade. Y así empezó su andadura musical. Hoy estudia primero de Grado Profesional en el Conservatorio de Torrevieja y la semana pasada recibió su traje para incorporarse a la Unión Musical Torrevejense -UMT-. Y aunque sueña con tocar algún día en la Banda de Alicante, ahora disfruta al máximo de la trompeta que le ha reglado su abuelo y de cada uno de los pasos que ha dado en la banda juvenil hasta entrar, junto a los otros once compañeros, a la banda titular.
La música son horas de estudio, de repetir pasajes y de intentar encontrar la afinación y un sonido determinado, pero también son horas placer y de transmitir “sentimientos”. Son horas que se compatibilizan con el colegio, con clases de idiomas, con deberes y con el juego, tan importante en estas edades, pero para Ramón Céspedes eso no es ningún problema. Tiene once años y habla de la música y de su trompeta como pocos niños lo hacen de un placer o de un juego. Ramón veía un cartel en la peluquería en la que trabaja su padre y sabía que tenía que tocar en una banda. Y aunque no viene de familia de músicos, dice que su abuelo, quien siempre cantaba, estaba deseando escuchar el primer concierto de su nieto. “Mi abuelo murió el día después de su cumpleaños, a pocos días de mi primer concierto, pero yo muchas veces cuando estoy en la banda y estoy tan feliz, me acuerdo de él”, nos cuenta.
La ciencia lleva tiempo demostrando las bondades de la música en el cerebro humano o en el desarrollo de los niños y jóvenes. La música es sentimiento y matemáticas, pero también es memoria. Hace unos años se descubrió que el área cerebral en el que se alojan los recuerdos musicales se ve menos dañada por el Alzheimer. Es por eso que muchos enfermos quizá no recuerdan su nombre o cómo volver a casa, pero sí son capaces de cantar melodías o canciones que aprendieron hace años.
Hoy se sabe que aprender música genera nuevas conexiones cerebrales en los niños y que escucharla favorece el aprendizaje del habla, y los expertos aseguran que este arte puede ayudar a tratar los trastornos del espectro autista (TEA) o los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Pero ajenos a la teoría, muchos niños -y adultos- quieren la música en sus vidas porque en ella encuentran algo que no les aportan otros ámbitos. “Sé que cuando esté en el instituto será más difícil, mi padre me lo dice, pero yo solo sé que quiero continuar tocando la trompeta y que encontraré la manera de poder hacerlo todo”, afirma Ramón.
La formación de músico varía dependiendo de la institución, pero generalmente incorpora clases de instrumento y de lenguaje musical, y en los conservatorios se imparten además otras materias que ofrecen al alumno una enseñanza integral de esta disciplina. Rony estudia cuarto de Grado Elemental de saxofón después de que su profesor en la banda le hablara de la posibilidad de formarse también en el conservatorio. “Yo no sabía ni que existía el conservatorio”, afirma sonriente. Quiere terminar sus estudios, seguir en la banda y quizá tocar en un futuro en una banda más grande “y con obras más difíciles”. “Yo no tengo una obra favorita, pero me gusta ver que soy capaz de tocar nuevas”, dice. “Es verdad, yo ahora veo a una orquesta o una banda tocando algo y pienso en los días y meses que habrán dedicado para que eso suena tan bien”, añade Rodrigo.
Y así, hablando de las canciones favoritas, de lo bien que se lo pasan o de la satisfacción que sienten al tocar la música de Stars Wars o la de Los Miserables, la preferida de Alejandra, despedimos nuestra conversación. “Las bandas sonoras me gustan mucho, me transmiten un montón”, añade la joven. “Pues a mí me gusta París Sketches, porque con la música representa sitios que nunca he visto y que me gustaría visitar”, dice Ramón. Y es que la música probablemente sea constancia, esfuerzo, satisfacción o emoción; pero la música, si algo te permite, es viajar.